jueves, 26 de agosto de 2010

Sucede que a veces..

Es una tarde de verano. Agosto. El telediario informa sobre la ola de calor que hay durante estos días en varios sitios. O está mal informado, o aqui hay un problema. Hace frio, y no es cuestión del aire acondicionado. Desde ayer. Ni veo el sol, ni sus rayos de luz. Será que el sitio en el que me encuentro no pertenece al de los demás. Aqui además de frio, truena. Los huesos cada vez más débiles, y las articulaciones casi que ni las siento. Me arropo, hasta las orejas, intento dormir, no pensar. Nada cambia. Tras el paso de las horas recapacito. Ni el telediario estaba equivocado, ni hay un problema. He salido a la calle y el aire caliente me ha dado una hostia. En el fondo la necesitaba, ha sido ese detalle el que ha hecho darme cuenta de la situación. Hace frio pero dentro de mi. Y entiendo el por qué. Estoy vacia, ni un solo mueble con el que tropezar. Oscuridad. Esta noche ha habido mudanza. Me voy, de alquiler. A otro más barato. Espero vivir en el sentido puro de la palabra. Aunque sé que va a dar igual. No es cuestión de goteras, ni de incomodidades, tampoco de ruidos ni de problemas con los vecinos. Es cuestión de que ningún lugar es un buen hogar si tú no estás. No sé qué hacer. Supongo que lo de siempre. Suelto mis maletas, en el suelo. Me siento encima de la más resistente. Mejor esperar. Esperar a que vengas digo. Todo medio de transporte parece estar en huelga. No puedo verte aunque quiera, no hay medios, o eso creo. Tú sí puedes. Tienes un taxi propio, a tu disposición. Te espero aqui, entre gente que viene y que va. Espero no marchitarme como las rosas que nunca me regalaste. Yo tampoco soy eterna.

martes, 3 de agosto de 2010

Baffling

A veces es dificil asumir el resto, es como tener que convencerte de que por muy bonita que sea la luna, nunca la alcanzarás porque no tiene ese hilo invisible que todos soñamos que la hará descender hasta poder acariciarla, estrujarla. Y que cuando ya esté en tu poder te acompañe siempre, que la noche cubra los días para que sea la luna el único papel protagonista, y brille, resplandezca, mucho más que el sol. Dificil concienciarse de que el corazón de una persona no es como en realidad lo imaginamos y plasmamos a través de unos trazos en el márgen del folio que contiene tantas frases de latín. Cuando vives a la sombra, sin luna y sin sol te imaginas y te recreas en la conciencia tantas cosas que ni siquiera se parecen a la realidad. El amor, por ejemplo, lo idealizas. Y ahora a la palabra amor le cuelga un cartelito que pone "si tú, yo", y piensas que hay que mezclar más cosas además de la saliva. Luego, te das cuenta que en realidad el amor para el resto de las personas es distinto. Pero por eso no deja de ser amor al fin y al cabo. Entonces, te estrellas, te caes, o como prefieras llamarlo. Pierdes décimas de segundos en algo que no estaba en tu mente. Y así, mis expectativas están cada dos por tres enfadadas con la realidad, y hasta lo pagan conmigo. Me pegan, me apretujan las costillas, no respiro. Ansiedad, impotencia. Doy puñetazos a la almohada, revotan contra mi pecho. Mi corazón ya tiene otra mueca más, y así, pronto desaparecerá. Espero algún día comprender por qué la vida no es sueño, por qué el ser humano tiene el arte de idealizarlo todo, por qué no puedo cambiar mi realidad. Algo sí comprendí, que el corazón, bien sea el que imaginé, el que pinté en el folio de las frases de latin, el de gominola o el que realmente bombea, es rojo.

lunes, 2 de agosto de 2010

Acabo de llegar.

Después de haber recordado los días que por el camino he dejado éstas últimas semanas, me quedé bailando en mi habitación. No me movía, estaba acostada y a la vez cansada, tenía hasta sed, algo rarísimo. Pero siempre me pasa algo parecido, y no es mi cuerpo el que baila, hasta ahi he llegado. Esta vez algo falló. A media noche desperté, y sin saber por qué, me encontraba tumbada, a tu lado, con la cabeza en tu estómago, sorprendida al observar el horizonte de tu clavícula. Llegaste a mi cama. Eso significa que escalaste cuatro pisos, como el hombre araña. Anonadada, con los ojos a medio abrir y creyendo que seguía bailando en mis sueños, moví mi mano, y con el dedo índice te erizé la piel. Tuve la oportunidad de conocer todos tus recovecos. Hice una parada en tus pulmones. Demasiado humo como para permanecer más de seis segundos. Llegué hasta la cima y fue allí, donde tuve la mejor perspectiva. Y me enamoré tras pasar por el vértice de tus codos, enredarme en tu barbilla, y hacer una pequeña parada en el mar de tus labios. Quizá yo estaba soñando. En cambio tú dormías o eso creía. Saltabas de nube en nube sin miedo a caerte y la paz envolvía tu respiración. La luz de la mañana ni se asomó entre las persianas para descubrir el negro de tu pelo que posiblemente se tornase dorado, como el de aquel principito. Fue justo en ese instante que desapareciste. Me di cuenta que nunca antes había observado tan detenidamente los poros de tu piel, me percaté de mis mordeduras en tu labio inferior que por un momento se enredó con mi sonrisa al ver que eras tú el que soñaba, y mientras tanto yo era la que vivía.